Vida de San Sebastián
Sebastián era hijo de familia militar y noble, oriundo de Milán
(263). Fue tribuno de la primera cohorte de la guardia pretoriana en la que era
respetado por todos y muy apreciado por el Emperador, que desconocía su
cualidad de cristiano.
Cumplía con la disciplina militar, pero no participaba en los
sacrificios idolátricos. Como buen cristiano, no solo ejercitaba el apostolado
entre sus compañeros sino que también visitaba y alentaba a los cristianos
encarcelados por causa de Cristo. Fue a partir del encarcelamiento de dos
jóvenes, Marco y Marceliano, cuando Sebastián empezó a ser reconocido
públicamente como cristiano. Los dos jóvenes fueron arrestados y les fue
concedido un plazo de treinta días para renegar de su fe en Dios o seguir
creyendo en Él. Sebastián, enterado de la situación, bajó a los calabozos para
dar palabras de ánimo a los muchachos. A partir de ese momento, se produjeron
muchas conversiones y, como terrible consecuencia, martirios, entre ellos el de
los dos muchachos encarcelados, Marco y Marceliano.
Martirio de San Sebastián
Martirio de San Sebastián
Debido a todo esto, el Papa San Cayo le nombró defensor de la
Iglesia. Sin embargo, el Emperador Diocleciano también se enteró de que
Sebastián era cristiano y mandó arrestarlo. Sebastián fue apresado en el
momento en que enterraba a otros mártires, conocidos como los “Cuatro
Coronados”. Fue llevado ante Diocleciano que le dijo: “Yo te he tenido
siempre entre los mejores de mi palacio y tú has obrado en la sombra contra mí,
injuriando a los dioses”.
San Sebastián no se amedrentó con estas palabras y reafirmó
nuevamente su fe en Jesucristo. La pena ordenada por el Emperador era que
Sebastián fuera atado y cubierto de flechas en zonas no vitales del cuerpo
humano, de forma que no muriera directamente por los flechazos, sino que
falleciera al cabo de un tiempo, desangrado, entre grandes y largos dolores.
Los soldados, cumpliendo las órdenes del Emperador, lo llevaron al estadio, lo
desnudaron, lo ataron a un árbol y lanzaron sobre él una lluvia de saetas.
Cuando acabaron su misión y vieron que Sebastián ya estaba casi muerto, dejaron
el cuerpo inerte del santo acribillado por las flechas. Sin embargo, sus amigos
que estaban al acecho, se acercaron, y al verlo todavía con vida, lo llevaron a
casa de una noble cristiana romana, llamada Irene, que lo mantuvo escondido en
su casa y le curó las heridas hasta que quedó sano.
Cuando Sebastián estuvo nuevamente restablecido, sus amigos le aconsejaron que se ausentara de Roma, pero el santo se negó rotundamente pues su corazón ardoroso del amor de Cristo, impedía que él no continuase anunciando a su Señor. Volvió a presentarse con valentía ante el Emperador, cuando éste se encontraba en plena ofrenda a un dios, quedando desconcertado porque lo daba por muerto, momento que Sebastián aprovechó para arremeter con fuerza contra él y sus creencias. Maximiano ordenó que lo azotaran hasta morir (año 304), y esta vez, los soldados se aseguraron bien de cumplir sin errores la misión.
El cuerpo sin vida de San Sebastián fue recogido por los fieles cristianos y sepultado en la en un cementerio subterráneo de la Vía Apia romana, que hoy lleva el nombre de Catacumba de San Sebastián.
Cuando Sebastián estuvo nuevamente restablecido, sus amigos le aconsejaron que se ausentara de Roma, pero el santo se negó rotundamente pues su corazón ardoroso del amor de Cristo, impedía que él no continuase anunciando a su Señor. Volvió a presentarse con valentía ante el Emperador, cuando éste se encontraba en plena ofrenda a un dios, quedando desconcertado porque lo daba por muerto, momento que Sebastián aprovechó para arremeter con fuerza contra él y sus creencias. Maximiano ordenó que lo azotaran hasta morir (año 304), y esta vez, los soldados se aseguraron bien de cumplir sin errores la misión.
El cuerpo sin vida de San Sebastián fue recogido por los fieles cristianos y sepultado en la en un cementerio subterráneo de la Vía Apia romana, que hoy lleva el nombre de Catacumba de San Sebastián.
Aparece atestiguado en la Depositio Martyrum o deposición de los
mártires de la Iglesia Romana, que nos dice que San Sebastián está enterrado en
el cementerio Ad Catacumbas. Nos dan fe de su culto el Calendario de Cartago y
el Sacramentario Gelasiano y Gregoriano, así como diversos Itinerarios.
Concretamente el Calendario jeronimiano especifica más el lugar de su sepulcro:
en una galería subterránea, junto a la memoria de los apóstoles Pedro y Pablo.
Durante la peste de Roma (680) fue invocada su protección particular y desde
entonces la Iglesia Universal ve en él al abogado especial contra la peste y en
general se le considera como gran defensor de la Iglesia.
San Sebastián en el arte
San Sebastián en el arte
La iconografía de San Sebastián es amplísima. La representación
más antigua data del siglo V, descubierta en la cripta San Cecilia, en la
catacumba de San Calixto. A partir del Renacimiento los artistas lo representan
como soldado, generalmente semidesnudo atado a un árbol y erizado de flechas.
Por ser uno de los santos más reproducidos por el arte es conocido como el
Apolo cristiano.
San Ambrosio, en el
siglo IV, nos da un testimonio sobre él: “aprovecmos el ejemplo del mártir
San Sebastián, cuya fiesta celebramos hoy. Era oriundo de Milán y marchó a Roma
en tiempo en que la fe sufría allí persecución tremenda. Allí padeció, esto es,
allí fue coronado”.
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2000 años después y tanto por descubrir...
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